Exgtraido de Mariana Reinke en La Nacion CAMPO del 4 de Agosto de 2022
Expertos de la Facultad de Agronomía de la UBA usaron germoplasma argentino que se trajo de bancos genéticos de los Estados Unidos y Alemania y en una degustación del público lograron un resultado sorprendente
“Acá puede que esté el sabor perdido del tomate”. Con esa frase, y con 120 germoplasmas de esa fruta en la mano, Fernando Carrari, genetista de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), les dijo a sus colegas de la institución que en esas semillas antiguas argentinas, cultivadas entre 1930 y 1960 y traídas de bancos de los Estados Unidos y de Alemania, podría estar parte de la solución de volver a tener tomates sabrosos.
Todo comenzó con bromas reiteradas al científico, que se dedica al metabolismo de esa fruta, cuando le decían que gran parte del desprestigio de la genética estaba en lo soso que se había convertido el tomate, un alimento tan habitual en la comida de los argentinos.
A fines de 2018, Carrari pudo acceder a una enorme colección de materiales de tomates cultivados en la Argentina durante el siglo pasado, que se guardaban en el Germplasm Resources Information Network, del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (60 accesiones) y otras 60 traídas del Banco de Germoplasma del Leibniz Institute of Plant Genetics and Crop Plant Research, de Alemania”, contó a LA NACION Gustavo Schrauf, titular de la cátedra de Genética y director del Criadero Cultivos del Sur Fauba.
Ya con la primera cosecha, venía la prueba de fuego: saber si la hipótesis eternamente planteada por la sociedad de que los tomates de antes eran más dulces y gustosos, se cumplía.
En la misma feria, unas 600 personas degustaron, sin saber cuál era su origen, distintos tipo de tomates. Luego en una planilla cada uno de los encuestados valoró del 1 al 10 las virtudes de cada variedad: su textura, su jugosidad, si era carnoso, si le resultaba ácido, si tenía un gusto agradable, etc.
“El resultado fue sorprendente pero esperable a la vez. Los tomates antiguos tuvieron la mejor valoración con ocho puntos de promedio, luego quedaron los tomates actuales producidos de igual modo que fueron aprobados pero con bajos valores. Por último estuvieron los de la verdulería que resultaron aplazados con tres puntos de promedio”, indicó el profesor, que hace 22 años que está en esa cátedra de Genética.
Según señaló, esto les permitió comprobar que se había recuperado el sabor del tomate a través de esta colección de tomates antiguos, anteriores a la producción moderna. Este logro les posibilitó conseguir el Premio CITA en el rubro Protección de cultivos, genética y nutrición, que les fuera entregado la semana pasada durante la Exposición Rural de Palermo.
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