En la zona de Monte Maíz, Córdoba, Cecilia y Gabriela Debenedetti montaron un criadero de cerdos y una planta para producir energía a partir de los purines de los animales
De Carlos Marin Moreno 17 de mayo de 2022 en La Nacion Campo
En el sudeste cordobés, dos productoras tradicionales de granos se animaron a agregar valor a la empresa. Montaron un criadero de cerdos y una planta para producir energía a partir de los purines de los animales. Hoy abastecen de electricidad a dos pueblos cercanos.
Cecilia y Gabriela Debenedetti son propietarias de 1000 hectáreas del campo “El Triunvirato“, ubicado en el sudeste cordobés, cercano a Monte Maíz. Son tierras con aptitud agrícola, con suelos clase I y II, y lluvias de 900 milímetros anuales como promedio.
Históricamente se destinaba exclusivamente a la producción de granos, con una rotación de un tercio de la superficie con maíz temprano, un tercio con soja de primera y un tercio con trigo/soja.
La producción y los resultados económicos del campo eran satisfactorios, pero en 2015 las propietarias decidieron agregar actividades a la empresa. Para ello montaron un criadero de cerdos de 150 madres ciclo completo, 100% confinado, con gestación colectiva.
En este moderno sistema, las cerdas no están en boxes individuales, sino en espacios abiertos bajo techo llamados “livings” donde se desarrolla la gestación, para cumplir con las últimas exigencias europeas de bienestar animal. En esos ámbitos los animales pueden caminar, alimentarse, socializar, etc.
“La alimentación de las madres en gestación está totalmente automatizada”, explica Cecilia Debenedetti. Cada animal tiene un chip en la oreja, que es “leído” por una computadora, que le suministra la dieta adecuada a su etapa reproductiva, con la dosis necesaria en el comedero.
La PC “ordena” la mezcla de ingredientes para cada semana de gestación. Según Cecilia, este sistema mejora la productividad y el estado con que las cerdas llegan al parto y es tendencia en los nuevos criaderos que se instalan.
Los purines de los animales sufrían varios procesos y se volcaban a lagunas impermeabilizadas para su depuración, pero observaron que este sistema generaba contaminación del medio ambiente y requeriría un número creciente de lagunas.
En 2017 asistieron a una charla sobre producción de gas a partir de efluentes porcinos y salieron entusiasmadas. De inmediato, decidieron desarrollar un emprendimiento de producción de metano a partir de las excretas del criadero, combinado con silo de maíz y otros forrajes para generar electricidad como producto final, que se vendería al Sistema Interconectado Nacional. Lo concretaron con el apoyo del programa Renovar 2, disponible en ese momento para el impulso de las energías renovables.
Se formó una nueva sociedad con las dos propietarias, el esposo de Cecilia y una cuarta persona. Se presentaron a la licitación del programa en noviembre de 2017, con un proyecto de generación de 2MW/hora de electricidad, una producción importante que hoy abastece de energía eléctrica a dos pueblos cercanos (Guatimozín y Cavanagh).
Luego de varias instancias, el proyecto fue aprobado, tras lo cual se buscó la financiación, que fue otorgada por el BICE en 2019, cuando ya habían empezado la construcción de los biodigestores, una condición que imponía el programa.
Posteriormente continuó el avance de la construcción, aunque con algunos retrasos provocados por la entrega de materiales durante la pandemia. Finalmente, la planta se inauguró en agosto de 2020 y el 20 de noviembre, luego de engorrosos trámites, se aprobó el ingreso al Mercado Eléctrico Mayorista y se concedió la habilitación comercial.
La electricidad producida por los biodigestores es “verde”. Proviene de la fermentación de silo de maíz y de cultivos de invierno (vicia y centeno) picados combinados con la bosta del criadero, que genera metano
La generación de metano se produce en los biodigestores a partir de la descomposición del sustrato con bacterias anaeróbicas mesófilas (que trabajan de 35 a 45 °C). Para mantener esa temperatura, cada biodigestor está provisto de una serpentina en la que circula agua caliente.
Los biodigestores también tienen agitadores: uno llega hasta el fondo y hay dos más superficiales, que funcionan intermitentemente cada 20 minutos. Su función es asegurar la homogeneidad de la mezcla.
Los biodigestores consumen 90 toneladas diarias de forraje -principalmente silo de maíz pero también se incorpora el material proveniente de cultivos de cobertura- más 20 metros cúbicos de purines por día, que producen metano y fertilizante orgánico como digestato.
Este contiene una parte sólida, que se lleva al campo mediante un desparramador de sólidos de 38 metros cúbicos de capacidad, equipado con tres ejes y cubiertas de alta flotación, que trabaja con mecanismo que le da un ancho de labor de ocho metros.
También se genera una parte líquida, que se distribuye con una cisterna “cola de pato” de 22.000 litros de capacidad, equipada con tres ejes y cubiertas de alta flotación, con ancho de labor de 15 metros. Con la devolución de los residuos del proceso al campo, se completa el circuito de conservación del ambiente y economía circular.